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lunes, 25 de enero de 2016

SEÑALES

Vivimos rodeados de señales. Señales de tráfico. Señales de entrada o de salida. Señales de prohibiciones. Y las entendemos. Porque se tratan de señales objetivas, con un mensaje claro en el que se te indica lo que debes o no debes hacer y tú simplemente te ciñes a obedecerlas con el fin de mantener tu seguridad y la de los demás, evitar una multa o colaborar en la convivencia entre ciudadanos.
Vivimos rodeados de señales. Emoticonos. Likes. Comentarios. Pero éstas no pertenecen a un código que podemos aprender, sino que cada uno las utiliza como cree conveniente y, por lo tanto, el que las recibe las interpreta como considera oportuno. Aunque últimamente he encontrado por la red varias páginas que tratan de explicar la diferencia entre un beso con corazón, un beso con la cara colorada y un beso con los ojos abiertos (que al parecer es un silbido y no un beso), lo cierto es que hasta estas propias webs reconocen que en cada país o incluso entre diferentes grupos de edad las interpretaciones de los emoticonos son de lo más variadas. Si, además, tenemos en cuenta que utilizamos la pantalla del ordenador o del móvil como escudo, la naturalidad pierde su valor y la reflexión gana a la impulsividad.
Vivimos rodeados de señales. Miradas. Sonrisas. Guiños. Podemos pensar lo que escribimos e incluso lo que decimos (menos los que hablamos más rápido de lo que pensamos) pero, ¿podemos controlar nuestras expresiones? Antes pensaba que no, creía profundamente en eso de que la cara es el espejo del alma y que una mirada dice más que mil palabras…pero la experiencia me ha enseñado que hay personas que pueden llegar a controlar hasta sus gestos y entonces llega la gran decepción, porque lo que parecían claras señales de amor, en realidad eran señales de humo que de la misma manera que llegaron se desvanecieron…

Vivimos rodeados de señales. Pero no entendemos ninguna. A veces no sabemos ni por qué las enviamos y otras no sabemos descifrarlas cuando las recibimos. En un mundo en el que la cantidad de información que recibimos a diario ha llegado a convertirse en excesiva nos resulta difícil diferenciar entre un guiño y un tic, entre una sonrisa sincera y una picante, entre cariño y amor…  Entonces, ¿hay luz al final del túnel? Me niego a pensar que sea siempre la razón la que mande sobre el corazón. Estoy convencido de que, por mucho que intentemos controlar nuestros actos, no podemos evitar que se nos escape una mirada o una palabra  cargada de sentimiento, de la misma manera que no podemos controlar ese inoportuno segundo en el que nuestras mejillas se ponen coloradas sin razón aparente… Aunque sólo sea durante un instante, nadie puede robarnos esos pequeños momentos de amor que deberían ser eternos.

Vivimos rodeados de señales. Pero no encontramos el manual de interpretación. Quizá sea porque todo se reduzca a un sencillo esquema de coherencia en el que los pensamientos, los sentimientos y los actos formen parte de una misma melodía…

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